Durante un recorrido en canoa de aproximadamente 100 kilómetros, fui testigo de la majestuosidad del río que divide la frontera de dos naciones, un río que para México es bravo, y para Estados Unidos de América es grande.
Rodeado de paisajes desérticos con atardeceres majestuosos, cañones que muestran la historia geológica de la Tierra y el transitar de millones de años; sitios con una belleza escénica inigualable que enmarcan el cauce de un río de aguas calmas y que en ocasiones aceleran su paso dificultando nuestro paso, haciendo que cada instante del recorrido fuese un momento único.
El río Bravo como se conoce en México, o río Grande en Estados Unidos de América, ha significado para muchos una esperanza, una nueva vida, un sueño americano; pero para otros son sueños frustrados, un muro que los separa de sus seres queridos, o de ese algo que pudo ser. El río es también la esperanza de tener el vital líquido para hacer producir en la tierra o la expectativa del cumplimiento de un tratado de aguas internacionales.
Durante el recorrido de una semana, pude atestiguar la gran cantidad de fauna local y migratoria que se reúne en los márgenes del río, que observaban curiosamente nuestro paso y cruzaban libremente de un lado a otro, sin reconocer frontera alguna. Incluso, algunos de ellos dejaban rastros de olor en los sitios que nos encontrábamos acampando. Y, en determinadas horas del día, se apreciaban una gran cantidad de insectos, abejas, avispas, luciérnagas y libélulas de multicolores que parecían provenir del arcoíris y que se congregaban en el río para recoger sutilmente un poco de agua.
Algunos otros como venados, zorrillos, armadillos, nutrias, patos, buitres, cuervos, halcones y aves playeras captaban nuestra atención mientras remábamos con prisa para alcanzar nuestro sitio de descanso. Sin duda, un delicado equilibrio, donde la muerte de algunas especies sustenta la vida de otras.
Pero el Bravo no es solamente un sitio de cañones que enmarcan atardeceres ocres de una belleza única o de un humedal digno de conservar por su riqueza natural. ¡No, el Bravo, es aún más grande! también ha sido testigo de la historia, evolución y conocimiento de culturas ancestrales.
Su cuidado nos corresponde a todos.
Durante la expedición he sido testigo de cómo algunos de los manantiales que aportaban agua al río Bravo han sido desecados por la sobreexplotación de los mantos acuíferos.
Por eso, hoy nos corresponde a todos involucrarnos en su cuidado y valor, principalmente, en fomentar un uso responsable del agua. Desde los gobiernos de ambos países, organizaciones de la sociedad civil, usuarios del agua para garantizarle un caudal ecológico necesario para mantener el equilibrio de sus ecosistemas y la vida.
¡Que grande eres río Bravo!
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